dimecres, 22 de maig del 2013

Esplèndida crònica de La Boca d'Or de l'homenatge a Satur i Dolores

Cena homenaje al Satur y la Dolores. Saturnino Bernal y Dolores Sánchez. Dolores y Saturnino. Ellos representan una época y una actitud. Cuando el movimiento obrero se demostraba andando. Cuando aquello del cinturón rojo. Cuando los sindicatos, antes de dedicarse a negociar indemnizaciones, defendían el derecho al trabajo y una sociedad más justa. Cuando Satur y Dolores militaban en CC.OO y PSUC, antes de pasar al PCC. Cuando había clase obrera, antes de que fuera convertida en clase media, ese compostaje de sueños y mentiras para mantener en marcha el sistema. En una galaxia muy, muy lejana...


El lugar elegido para el homenaje es ideal, viene que ni pintiparado. Está situado en un polígono industrial, Uralita a un lado, al otro Aiscondel. Y parte del personal que trabaja en el recinto tiene algunas nóminas pendientes. Menú modesto, con embutidos que tienen más de íbero que de ibérico. Es un acto organizado desde la base, a 15 euros por cabeza, 12 para el menú y 3 para unos detalles a los homenajeados. Todo el mundo paga. Bueno, el representante que envía CC.OO comarcal dice que él no paga, que está de visita oficial. Un signo de los tiempos. Al final, un piquete informativo le pone al tanto y afloja la mosca.




Entre los más de cien asistentes están familiares, amigos, compañeros de la lucha sindical y vecinal. Dolores y Satur son de Les Fontetes, base rebelde contra el Imperio que caminaba hacia Dios. Están también los tres últimos alcaldes que ha tenido la ciudad. Y representantes de diversos partidos. Mayoría de ICV y EUiA. Comitiva del PSC. Los próximos a la CUP entonan el Ay Carmela. Habrá también un abrazo cordial, aunque algo descoordinado, con el representante de CiU. Uno parece optar por el abrazo 'fraternales relaciones germano soviéticas' que inmortalizaran Brezhnev y Honecker, y el otro, más formal, acaba pareciendo que le va a robar la cartera. Sólo faltan PP, deben estar en un acto de homenaje al Requeté navarro; i ERC, deben considerar a los honorados de poco pedigrí.

Llegan Satur y Dolores. En teoría se trata de una sorpresa, pero Satur se lo huele, demasiada gente abrazándolo inesperadamente por la calles las últimas semanas. De haber sido una célula clandestina, hoy se nos hubiera caído el pelo, y unos cuantos dientes, a todos. Estética de boda modesta. Ha habido toda una generación de militantes obreros que, en los actos importantes, vestían su dignidad de Cortefiel. Los poderosos, los señoritos, siempre han despreciado eso. Dolores y Satur se pasan buena parte de la cena repartiendo abrazos y besos. Una boda es la escenificación de un compromiso, y sigue habiendo un compromiso en cada uno de esos abrazos con algunos hombres y mujeres que si algo han hecho en la vida, visto lo visto, es luchar por encima de sus posibilidades de triunfo. Un compromiso en cada beso entre dos tipos que aún huelen a taller. Un compromiso en cada sonrisa que no consiguieron borrar las hostias que les dieron.

Dolores y Satur llegaron de Extremadura. A Berga, para trabajar en las minas de Fígols. Allí vivió Satur su primer encierro, a metros bajo tierra. No dejaban bajar agua ni comida, así que los más jóvenes, más delgados, trepaban con mochilas por los conductos de respiración y salían brevemente al exterior para cargar vituallas que les dejaban los familiares. Gracias a eso, y al temple de los más veteranos, mineros asturianos, aguantaron hasta provocar cierta respuesta internacional que alivió algo la situación. Allí, en la mina, murió el padre de Dolores, en un accidente. Allí, en la mina, a muchos metros bajo tierra, continua enterrada parte de la memoria de este país.


Y luego Cerdanyola. Aiscondel. En 1973 es uno de los principales promotores de la huelga iniciada a raíz de la muerte por disparos de la policía de Manuel Fernández Márquez, en Sant Adrià. 21 días de paro, muchos de ellos acompañados por el cierre de comercios. Son habituales las imágenes de cargas a caballo y policías aporreando trabajadores en los márgenes del río. Dolores prefiere quedarse con otros recuerdos. En plena carga policial, con todo el mundo a la carrera, los vecinos del paseo Cordelles, plantas bajas, abren sus puertas para que puedan refugiarse. Los sientan a mesa para comer juntos. Si entra la policía son invitados que, 'lo juro, señor agente', llevan ahí mucho rato de visita.

Se acaba la huelga. Las furgonetas de la policía quedarán aparcadas frente a la fábrica muchos meses para vigilar a la plantilla, de la que ya no forma parte Saturnino. Ha sido despedido y forma parte de la lista negra que le cierra el paso a cualquier otra contratación. Ese 1973 será uno de los 113 detenidos de la Assemblea de Catalunya. Y vuelve a corroborar lo que ya sospechaba, que la policía es tonta, con muy mala leche y muy poca educación, pero tonta del culo. Pese a llevar algunos documentos comprometedores en la cartera, las hostias se las lleva por un calendario de bolsillo del Barça. Mientras, Dolores aguanta en casa, llevando ingresos y cuidando de los cuatro hijos; realizando, sin saberlo, actos de resistencia pacífica. Cuando se presentan con alguna orden de registro, los aguanta en el rellano hasta que no acaba de leer, con mucha parsimonia, el documento judicial. Si le meten prisa, le echa la culpa a Franco, que no la dejó ir a la escuela.

El acto tiene sus momentos estelares. La proyección de un video (cliqueu) hecho artesanalmente que emociona a más de uno (demoledora la lista de fábricas cerradas una detrás de otra, con sus correspondientes historias de lucha desguazada). La intervención de los nietos ('gracias yayos por la educación recibida'). Los agradecimientos del Satur (reconozcámoslo, nunca ha sido un gran orador, es un hombre más de hechos que de demagogia). Y la Dolores, después de cinco años sin hacerlo, se arranca a cantar una copla escuchada en un silencio a flor de piel. 'Tenía una preciosa para Julián Grimau, pero llevaba tanto tiempo sin cantar que no me he atrevido por si salía mal’ (a Dolores la contrataba una orquesta para irse de gira, pero su papá no quiso, y luego, cuando limpiaba por las casas, las vecinas abrían las ventanas de la galería y cerraban la radio para escucharla cantar).

El homenaje acaba con el personal cantando La Internacional puño en alto. Han traído la extended version y por mayoría de la asamblea se decide cortar cuando ya se llevan tres estribillos a cuestas. Los puños siguen en alto, que el Atleti le acaba de ganar la final al Real. Saturnino y Dolores, 73 y 70 años, se apuntan a una última copa. Siempre hay tiempo para una última copa. Siempre hay tiempo para intentarlo una vez más. Se lo debemos. Es el mejor homenaje.